¡¡Quiero escuchar verdades!!
Gente dependiente, gente sin otra cosa en la mente...
¡No lo soporto!
Yo me aparto de esa gente, porque ya no puedo mas.
...Nada tendría sentido si no tuviera final...
Era una madrugada fría de invierno, la escarcha helada sobre la acera y los cristales de los coches, el rocío de los árboles, la humedad flotando en el ambiente y esa tranquilidad inmensa que sumerge cuando empieza a amanecer. Abrí los ojos de par en par, tumbada en la cama sin saber cómo matar el tiempo y decidí salir a tomar el aire, con mis manoplas, esas tan calentitas que me tejió mi abuela antes de morir, mi bufanda, esa de lana roja colgada en la percha que hacía mucho tiempo que no usaba, mi abrigo de pluma, mis botas de agua y mi paraguas. Una vez abajo, en mi portal, me dispuse a salir a la calle, no estaba lloviendo; me miré en el espejo, hice un gesto de estar calentita y abrí la puerta. El suave viento se entrelazó en mi pelo y sentí un escalofrío bastante agradable por todo el cuerpo. Caminé calle abajo, sin importar lo que pudiera suceder, solo salí a tomar el aire, respirar ese aire que tanto me agrada, quería estar sola, con mis pensamientos, mis temores y mis preocupaciones, pensar en una sola solución, solo una.
Esa iba a ser, posiblemente, la ultima vez que pudiera disfrutar de esas madrugadas de domingo en mi lugar, en mi sitio, en lo que ha sido mi refugio durante tantos años… quién iba a decirme a mi que alguna vez tendría que decirle adiós a todo esto. No podía creerlo. Comencé a sentir frío, pero no era el tiempo lo que me helaba, sino el pensar una y otra vez en una solución para no irme. Me resultaba muy fría la situación, me dejaba vacía, sin ganas de seguir, pero es lo que el destino tenia preparado para mi.
Encontré un banco y decidí sentarme, respiré hondo varias veces seguidas, reposé mis pies helados, de pronto se apresuró un pequeño estornudo – ¡aaachíss! – era la hora de volver a casa, el sol ya podía apreciarse sobre los tejados de los edificios y mis padres estarían preocupados al no verme en mi habitación. Puse rumbo al que ya iba a dejar de ser mi hogar, y por primera vez sentí nostalgia, conmoción y angustia, solo el hecho de pensarlo… Encajé la llave en la puerta del portal, giré levemente la cerradura y conseguí abrir la puerta, esa puerta que ya no volveré a abrir, me apresuré hacia el ascensor y pulsé repetidas veces el botón del 4º piso. Y ahí estaba, había vuelto. La ultima oportunidad para ver amanecer en aquella zona con la tranquilidad de estar en mi sitio se había marchado volando, tan rápido como un suspiro.
Me quité mi ropa de abrigo, mi pluma, mis botas, mis manoplas, mi bufanda… y me senté frente al sillón en silencio, sin decir nada, solo pensar y darle tiempo al tiempo. No hay solución, es tarde.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.