lunes, 24 de junio de 2013
Viaje inesperado.
Es
tan gratificante sentir que estás caminando por el camino que
siempre has querido pisar que asusta. Asusta porque a su vez está
plagado de inseguridades, de todos nuestros temores, de monstruos que
esperan el momento en que cometamos un error, tan solo uno, para
apartarnos del dichoso camino. El sendero por el que vamos avanzando
con pies de plomo está repleto de baches, está oscuro, caminamos a
tientas sobre él, intentando en cada paso sentir la brisa que nos
recorre la piel, percibiendo ese escalofrío que entra por los poros
de nuestro cuerpo hasta llegar al estómago. Si, ese que estamos
sintiendo ahora. No obstante, ese temor se desvanece, cae al olvido
cuando respiramos con fuerza y admiramos el paisaje que nos rodea,
haciéndonos sentir que estamos vivos, más vivos que nunca. Es tan
fuerte el poder que nos otorga rozar con la punta de nuestros dedos
la felicidad que puede resultar peligroso. Peligroso porque rozamos
la locura, saboreamos el éxito sin darnos cuenta de nuestros actos.
Podemos llegar a perder la cordura y quedar ciegos, ciegos de nuestra
propia vida, y eso, ¡eso!, es lo que puede hacer que cambiemos el
rumbo, llevándonos al fracaso. Nunca debemos olvidar a todas y cada
una de las personas que nos acompañan en este viaje. Ellas son la
firmeza con la que posamos los pies sobre el suelo, el apoyo que
necesitamos cuando estamos agotados, la esperanza que nos invita a
continuar creyendo en nosotros mismos. Gracias a todas esas personas
estamos donde queríamos estar, forman parte de ese sueño.
Lo
realmente maravilloso es el viaje, cuando éste acaba, solo queda el
recuerdo de lo que fue.
Neni.
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