Mientras esto ocurre, una lágrima se apresura sobre mis mejillas, y acaba su rumbo derramándose sobre el suelo, suicidándose tras su largo camino desde el lagrimal hasta la barbilla, y, de repente, se produce un cambio de dirección que hace florecer la paz.
Aparece una persona como ángel celestial y te muestra un centenar de caminos posibles a elegir, entre ellos tu destino, porque da igual cuántos caminos haya, solo podrás atravesar uno, con pies de plomo y astucia, y entonces no habrá vuelta atras. El mencionado destino.
Y no, no todos los caminos llevan a Roma.
Cuando intento recordar tiempos mejores, siempre caigo en la melancolía y dejo escapar un pedazo de mi alma en forma de palabras, permitiéndome, una vez mas, reforzar mi corazón y plastificarlo de forma permanente; cada vez mas permanente que la anterior.